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La otra pandemia que extingue: la pobreza urbana.

Los resultados expuestos en el más reciente informe sobre pobreza y prosperidad compartida del BM 2020, nos confronta con lo más intimo de una realidad irremediable. Más de 100 millones de personas que habían logrado escapar en las últimas dos décadas de la pobreza extrema, volvieron a caer en la miseria como consecuencia de la crisis económica causada por la pandemia del Covid-19.


En la lucha contra la pobreza, el progreso había sido ininterrumpido durante los últimos 16 años. A nivel global, la tasa de la pobreza extrema descendió del 35% a comienzos de las década de los 90’ a cerca del 9,2% en 2017 (ver gráfica 1). En términos absolutos, este notable avance significó que 1.000 millones de personas que vivían con menos de 1,90 dólares al día, lograran eludir con éxito condiciones de indigencia monetaria para alcanzar un nivel de vida digno.


Gráfica 1. Tasa de pobreza extrema en el mundo y cantidad de pobres estimados, utilizando línea de la pobreza USD 1,90 al día, 1990-2017.


Según este informe, la pobreza se concentró mayormente en poblaciones rurales dedicadas ha actividades agrícolas. Sin embargo, a lo largo del 2020 los efectos de la pandemia fueron modificando parcialmente la composición de la pobreza mundial, produciendo una nueva clase de pobreza muy distinta al perfil de la población observada durante los años anteriores. Se trata de una nueva clase de pobres de carácter más urbano, empleados en sectores como los servicios, la construcción y la industria y con niveles de educación más altos. Lo cual no es de extrañar, la nueva clase de pobres se concentra en las ciudades y derivan directamente de los sectores económicos que enfrentaron las medidas de restricción.


Así, los actuales confinamientos y cierres generalizados se implementan en el peor de los momentos, cuando la actividad productiva muestra aún señales de recuperación débil y millones de hogares enfrentan desempleo. La pregunta es ¿estamos avanzando en la lucha contra el Covid como para justificar este desastre.? Pese a que se ha logrado aumentar el número de personas vacunadas y se han ampliado las restricciones a la movilidad, el objetivo de alcanzar la inmunidad colectiva a corto plazo, es irreal. Como lo señala el World Economic forum “Mientras haya un suministro suficiente de personas todavía susceptibles a la enfermedad para que cada persona infectada la transmita, ésta seguirá propagándose.” De esta manera, sí una proporción importante de la población mundial logra alcanzar la inmunidad, la velocidad en la transmisión del contagio se reducirá, pero la existencia de personas infectadas seguirá impidiendo que la pandemia desaparezca.


El confinamiento puede desacelerar el contagio pero alternativamente genera un costo muy elevado, una mayor pobreza en las ciudades. En un escenario con Covid-19, el BM calcula que la cantidad de pobres para cierre de 2021, aumentará entre 143 millones y 163 millones de personas. Es decir, aproximadamente 50 millones de personas que hasta el año pasado mantenían un nivel de vida relativamente aceptable, serán impulsadas a una situación de indigencia en 2021( Ver gráfica 2).


Gráfica 2. Estimaciones de la pobreza extrema Banco Mundial, 2015-2021.




Los efectos empobrecedores de la pandemia en Colombia también son notables, según estimaciones de Fedesarrollo, la pobreza monetaria extrema aumentó de 9,6% a 12,1% entre 2019 y 2020. El impacto sobre la economía de nuevos cierres en países como Colombia y el riesgo sobre los ingresos de informales que representan cerca del 50% de la fuerza laboral será especialmente desastroso si se continúa cerrando la economía. La pandemia no desaparecerá en un horizonte de mediano plazo, pero la economía sufrirá un seguro desastre si se sigue frenando y ocasionará que lo que es una recesión actual se convierta en una crisis.


Ante este escenario desalentador, se plantea la necesidad de implementar políticas orientadas a evitar que las personas caigan en la pobreza reactivando la economía e impidiendo que haya un mayor paro. La estructura productiva debe adaptarse a la existencia de un problema epidemiológico de alcance global, que difícilmente desaparecerá y que ha retrasado como mínimo, según estimaciones del BM, tres años de lucha contra la pobreza extrema en todo el mundo.


Fuentes:




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