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"Una nueva reforma tributaria no es la única alternativa para reducir la deuda del Estado"


En torno a la Reforma Tributaria 2021-2022, se ha difundido ampliamente la idea de que el creciente déficit fiscal generado por la actual crisis, sólo se reducirá incrementando masivamente los impuestos. ¿Qué tan cierto es optar por esta medida como única alternativa para estabilizar la deuda del Estado?.


La teoría económica señala que existen dos mecanismos de ajuste para estabilizar los desequilibrios de las cuentas gubernamentales. El primero, se desarrolla a través del aumento de los impuestos y el segundo, mediante la reducción de los gastos. Optar por planes de austeridad basados en la disminución del gasto público, en lugar de preferir aumentar los impuestos puede ser una decisión arriesgada en un contexto de recuperación económica.


Sin embargo, una opción alternativa consiste en que el gobierno genere una revisión exhaustiva del presupuesto público con el objetivo de identificar las ineficiencias y eliminar aquellas partidas donde la asignación del gasto es irremediablemente improductiva, de tal manera, que lo recaudado pueda utilizarse para aliviar la carga de la deuda, sin que sea necesario incurrir en una nueva Reforma que termine expoliando los bajos ingresos de hogares y empresas.



"Creer que una nueva reforma tributaria es la única alternativa para reducir la deuda del Estado, es una mentira."


Según estimaciones del BID (2018), en países como Colombia, el despilfarro de recursos en elevadas primas salariales de funcionarios públicos no calificados, asciende al 15% del gasto de gobierno, adicionalmente,las primas salariales son 25% más altas que las correspondientes a trabajadores del sector privado que cuentan con las mismas cualificaciones laborales. Así mismo, el gasto inadecuadamente focalizado en transferencias sociales y subsidios a empresas, que terminan beneficiando a quienes no lo necesitan, se aproxima al 2% del PIB. En suma, una estimación moderada de los despilfarros y excesos del gobierno tanto en compras innecesaria como en elevadas nóminas salariales y transferencias sociales inadecuadamente focalizados ascienden al 4.8% del PIB. Esta última cifra, es mayor que el gasto público asignado a educación (4.4%) y un poco menor al gasto público en salud (5.5%). Evitar seguir financiando estas partidas sería más que suficiente para no implementar la nueva Reforma Tributaria 2021-2022 que busca recaudar cerca de $20 billones equivalentes al 2% del PIB.


No obstante, optar por el aumento de la tributación es de por sí, el instrumento de política tradicionalmente utilizado por el gobierno para disminuir el déficit fiscal. El problema de implementar ésta medida, consiste en que las tasas impositivas ya se encuentran en un nivel muy elevado. De manera que un incremento adicional de la presión fiscal, sólo generaría efectos negativos sobre el crecimiento económico.


Así las cosas, entre los años 2016-2019, se incrementó de 16% a 19% la tarifa general del IVA. En el mismo orden, se estableció un impuesto sobre los dividendos y se elevaron las tasas de tributación corporativa al 33% (BR), siendo Colombia el sexto país del mundo con los mayores gravámenes sobre las firmas (Forbes). En general, las medidas tributarias adoptadas durante los últimos cuatro años sólo se han orientado a incrementar más la tributación y no a reducirla.


Así, cuando los impuestos son altos, una proporción significativa de los ingresos anuales generados por hogares y empresas son dirigidos al pago de la deuda, produciendo efectos contractivos sobre el consumo y la inversión, que deprimen la demanda y ralentizan el crecimiento económico. Finalmente, la combinación de una deuda elevada y un bajo crecimiento termina derivando en una crisis de deuda, caracterizada por la incapacidad del Estado para cumplir con sus compromisos de financiamiento.


Por esta razón, optar por un ajuste a través del aumento masivo de los impuestos, sólo socava las mismas fuentes que producen la creación de riqueza, destruyendo en última instancia, la capacidad del Estado para recaudar y produciendo mayores desequilibrios fiscales en el largo plazo.

La implementación de una nueva reforma tributaria no solucionará los problemas estructurales. No eliminará los gastos por ineficiencia, tan solo se encarga de prolongar su financiación, perpetuando el problema.


Creer como necesaria e inevitable una nueva Reforma Tributaria para reducir el déficit y estabilizar la deuda del Estado sin hacer los ajustes pertinentes por el lado de los gastos, no sólo es una medida cortoplacista e ideologizada sino además, insostenible, que ignora ampliamente el potencial que encierra para generar mayores trastornos.



Referencias.



Las opiniones aquí expresadas están basadas en la teoría sobre austeridad fiscal de Alberto Alesina



Banco de la República




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